jueves, 7 de julio de 2011

Los derechos Humanos



        Los derechos humanos son universales, innatos,irrenunciables, inalienables,imprescriptibles e indivisibles. Además, los Estados son los responsables y garantes últimos de su cumplimiento.
Haciendo mención a las violaciones de los derechos humanos, hablaremos de la última dictadura militar argentina (1976-1983) en la cual, el mismo Estado implementó un régimen represivo signado por la violación masiva y sistemática de los derechos humanos.

Contexto anterior a la Dictadura



  Hector Cámpora asumió  la presidencia el 25 de mayo de 1973. Cuarenta y Nueve días después. Tras el regreso definitivo de Perón - exiliado desde 1955 por dictaduras anteriores a esta- a Argentina, Cámpora renunció. Se convocó a elecciones y el peronismo nuevamente triunfó siendo Perón presidente y su esposa María Estela Martínez (conocida como Isabel) como vicepresidente.
  El 1 de julio de 1974, el histórico lider falleció e Isabel quedó a cargo del gobierno. Esto implicó, entre otras cosas, un rápido avance de la ultra derecha en distintos espacios institucionales.

La doctrina de seguridad nacional



La Doctrina de Seguridad Nacional ( DSN ) fue un cuerpo de premisas teórico-ideológicas elaboradas por Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría y los movimientos emancipatorios del Tercer Mundo. Las Fuerzas Armadas latinoamericanas fueron entrenadas en los marcos de dicha doctrina. Su principal característica fue la determinación-identificación de  un "enemigo interno " .

Dictadura y Sociedad

  Un episodio tan grave como deponer a un gobierno elegido de manera constitucional difícilmente pueda concretarse por la acción de un único actor social. Por ejemplo, las Fuerzas Armadas; sino que requiere de un conjunto de alianzas sociales sólidas. No hay golpe de estado ni ningún tipo de apoyo civil y el golpe de 1976 no fue la excepción. No obstante, tampoco se puede sostener que la sociedad civil en su conjunto brindó su apoyo a la iniciativa castrense. Mientras que algunos sectores aceptaron de modos diversos la irrupción militar, desde actitudes que iban del apoyo y la adhesión hasta la resignación, otros recurrieron a diversos mecanismos para evidenciar un temprano distanciamiento desde la residencia y la desobediencia hasta la franca oposición.
  En el caso de la última dictadura, muchísimos argentinos en el ámbito privado aceptaron el golpe como una "solución" a las crisis de la gobernabilidad que se había creado el los últimos meses del gobierno de Isabel Perón. Seguramente bajo la idea - recurrente en el siglo xx argentino, de que la única opción frente al fracaso del gobierno constitucional consistía en confiar a los militares la tarea de la recomposición de la autoridad y el orden. Este consenso tácito, aunque extendido, es diferente - conceptual y políticamente - de otro cuyo carácter, aunque más acotado, fue explícito.
  Sectores de alto poder económico apoyaron el golpe, como lo prueba la fuerte suba de las acciones en la Bolsa de Comercio.           

La implementación del terrorismo de Estado

  A comienzos de 1976 Argentina estaba sumergida en una crisis política, institucional, social, y económica sin precedentes, de la que el terror y el desconcierto también formaron parte. 
  Desde los medios de comunicación los activistas del golpismo alimentaban la sensación de anarquía y sectores de la ciudadanía comenzaron a creer que la única salida era una nueva intervención de las Fuerzas Armadas, a pesar de que los partidos políticos habían acordado llamar a elecciones.
  Cuando el 24 de marzo de 1976 la Fuerzas Armadas dieron el golpe de Estado muy pocos se sorprendieron. Incluso es posible que una porción de la población haya sentido cierto alivio: suponía que los militares estabilizarían la economía y pondrían fin a la violencia. Después de todo, el nuevo golpe se había autodenominado: "Proceso de Reorganización Nacional".  

Los objetivos del nuevo orden

  La producción de un nuevo orden fue la aspiración mayor que tuvo la corporación militar en 1976. El Estado autoritario estaba llamado a  llevar a cabo aquellas transformaciones que tenderían a la constitución de otro orden político, en el que las Fuerzas Armadas tuvieran una participación orgánica y estable en el sistema de decisión. En un discurso pronunciado el 20 de noviembre de 1977 el presidente Videla se refería a la participación de las Fuerzas Armadas en el futuro orden político.
  "Reorganizar institucional y políticamente el país, con la finalidad de concluir con los ciclos pendulares de gobiernos civiles y militares, instaurando una democracia estable".
  "Asegurar la inserción de las FFAA al sistema político con el objetivo de posibilitar la participación en la toma de decisiones".
  Este era el objetivo, de largo plazo pero en lo inmediato el autoritarismo militar pretendía poner en marcha un plan de reforma económica y disciplinamiento social. Los dos principios básicos del programa anunciado por el ministro de economía, José Alfredo Martínez de Hoz, el 2 de abril de 1976, fueron la función subsidiaria del Estado y la apertura de la economía. Al mismo tiempo, se organizó un plan altamente represivo para eliminar las organizaciones guerrilleras y voces de protesta, y modificar el comportamiento de los sectores políticos y gremiales. La tradición populista que informaba a los partidos mayoritarios (peronismo y radicalismo) debía desaparecer.
  ¿Cuál es la armazón jurídica-institucional articuladas por las Fuerzas Armadas para realizar cambios tan profundos? En primer lugar, las atribuciones del gobierno de facto se desprenden de las propias normas jurídicas sancionadas por la intervención militar, el "acta" y el "estatuto" del Proceso de Reorganización Nacional. Esas normas establecían un cuerpo colegiado, la Junta Militar, como órgano del Estado, y un órgano unipersonal, el presidente de la Nación, como ejecutor de las grandes políticas trazadas por el poder supremo. De tal forma, se puede calificar a este gobierno militar como una dictadura institucional impersonal, del conjunto de las Fuerzas Armadas, que procuró evitar la personalización del poder al estilo de las básicas dictaduras personales.
  En segundo lugar, la Junta Militar se arrojo al poder constituyente, porque sus actos y normas tienen prioridad y están por encima de la Constitución Nacional. En el mismo día de la intervención la Junta Militar se autoenvistió en un suprapoder, en el órgano supremo de la Nación, de donde emanaba una voluntad fundacional, que asumía poderes ilimitados. LA organización jurídica del régimen militar pusó fin, como se ha visto, al estado de derecho. La Junta Militar Resolvió declarar caducados los mandatos constitucionales del presidente y de los gobernadores, disolver el Congreso Nacional, las Legislaturas provinciales, remover a los miembros de la Corte Suprema, suspender la actividad Política de los partidos y la actividad gremial de los trabajadores, empresarios y profesionales.

Reacción de la sociedad

  Las editoriales de la gran prensa del país ponían de manifiesto la indiferencia de la población ante el golpe militar. La notable ausencia de reacciones era explicada por la mala reputación y el descrédito del gobierno constitucional. Pero los comentarios se extendían  más allá de esta simple constatación para arribar a un apoyo franco y abierto al advenimiento del nuevo régimen. "Un buen punto de partida" fue el título de la nota editorial del diario Clarín del 26 de marzo, en donde se afirma que "el reemplazo del elenco gubernamental y la sustitución de un régimen agotado abre perspectivas en la que es dable depositar la hasta ahora defraudada confianza de los argentinos". Por su parte, La Prensa titulaba el 27 de marzo "orden, seguridad y confianza" y no solo revindicaba el pronunciamiento militar sino que también felicitaba a las Fuerzas Armadas por la "prolijidad" del golpe cometido en el lapso de dos horas.
  A pocos días del golpe, los funcionarios castrenses se jactaban de la buena aceptación que había tenido la sociedad el Proceso de Reorganización Nacional. Esta aprobación general había colmado sus expectativas de éxito. Una línea de consenso pareció originarse en torno al pronunciamiento autoritario, aunque el futuro argentino se mostraba todavía incierto y las intenciones de los militares aparecían, en la mirada de la mayoría, como confusas.
  La estrategia discursiva de las Fuerzas Armadas estuvo destinada en una primera época a legítima su intención en el escenario político. El golpe de 1976 buscaba su legitimación mediante la conocida teoría del "vacío de poder", el argumento del "caos económico y social" y el peligro de la "subverción terrorista", que conducían a la "disolución de la Nación" y la "anarquía", tal como lo estableció la Proclama de la Junta de Comandantes conocida el 24 de marzo.  

martes, 5 de julio de 2011

El gobierno de Videla

   Jorge Rafael Videla fue el primer presidente del "Proceso". Asumió el 29 de marzo de 1976 y ejerció las funciones durante cinco años, convirtiéndose en el presidente militar que más tiempo permaneció en su cargo en la breve historia del último régimen de facto. De esta manera se ponía fin al pequeño lapso de cinco días en la cual la Junta Militar actuó como Poder Ejecutivo Nacional. Con la designación de Videla, se resolvió en una primera etapa la distribución del poder compartido que caracterizó a este gobierno aunque más tarde se abriría la discusión en la corporación militar sobre la estructura del poder, que fue conocida periodísticamente con la denominación del "cuarto hombre". Los defensores del "cuarto hombre" proponían que la persona que se eligiera como presidente de la Nación no fuera al mismo tiempo integrante de la Junta Militar. El cuerpo normativo del gobierno de facto de 1976 establecía la separación de funciones entre el presidente y la Junta Militar, buscando así reguardar la división tripartita de poderes.

   En el imaginario del régimen militar se fijó un punto de partida "la apertura de un nuevo ciclo histórico", pero también un supuesto punto de llegada: "la formación de una nueva  'convergencia cívico militar' heredera legítima del Proceso de Reorganización Nacional". Este punto de vista fue regularmente expuesto en le curso de los dos primeros años. Sin embargo, este orden autoritario no pudo contar con Fuerzas Armadas férreamente alineadas en torno a un verdadero plan político.

lunes, 9 de mayo de 2011

Los planes políticos

   En algunos casos, y el ejemplo del general Días Bessone es el más elocuente, las propuestas políticas no pasaron del plano de la enunciación. Por encima, de todos los avatares, la finitud de los planes políticos y las diferencias interarmas, queda el apoyo incondicional del presidente Videla al plan económico de Martínez de Hoz, que no se ubica cómodamente junto al proclamado postulado de promoción del desarrollo. Con anticipación, se podría concluir que el de Martínez de Hoz fue el único plan político que las Fuerzas Armadas, o un sector de ellas, impulsaron con cierta coherencia y continuidad.
   En el período de Videla encontraron  tres propuestas políticas, dos de ellas pertenecen al campo estrictamente militar y la tercera procedía de un sector de las fuerzas civiles que acompañaba el proceso militar. La propuesta política de la unidad nacional promovida por el sector mayoritario del Ejército, liderado por Videla y Viola, fue explicitada en 1979 después de cuatro años de gobierno militar. En ese momento, la corporación militar dio a conocer un documento denominado "Bases políticas de las Fuerzas Armadas para el Proceso de Reorganización Nacional", q2ue3 resumía tardíamente las pretensiones unificadas del golpe de 1976. La propuesta aunada llegaba en un momento de relativa vitalidad del Estado autoritario y pérdida paulatina de legitimidad.
   El proyecto nacional fue ideado desde el Ministerio de Planeamiento por el general Días Bassone, apoyado por el sector más corporativista que se proponía alumbrar una "nueva república". En verdad, la propuesta nunca salió del plano de la enunciación y jamás fuer implementada.
   El Movimiento de Opinión Nacional, o la idea de formar un "partido oficial", estuvo siempre presente en los distintos tramos del régimen militar, con Videla, Viola y Galtieri. El surgimiento de un nuevo partido, con apoyo popular, capaz de disputar e poder en las contiendas electorales, había sido la gran ambición de las fuerzas conservadoras desde que fueron derrotadas en las urnas por Hipólito Yrigoyen.
   Por encima de las diferencias en el gobierno de facto prevalecía una mínima voluntad concordante en relación con tres condiciones necesarias para el retorno a la democracia, que fueron resumidas por el general Viola, en nobiembre de 1977:
1) la conclusión de la lucha anbtisubversiva;
2) la renovación de los partidos para que pudieran retomar el papel rector que les corresponde. Podría añadirse una cuarta condición presente en el pensamiento militar vinculada con la pretensión de cortas con fuerzas sindicales disciplinadas, sin identificación partidaria, circunscritas a su actividad gremial;
3) la consolidación de un orden económico adecuado.

martes, 5 de abril de 2011

Las transformaciones en la economía

   El cambio radical en el funcionamiento de la economía fue llevado a cabo en los primeros cuatro años de régimen militar. Nuevos grupos de poder se beneficiaron de un proceso de acumulación centrado en un mercado financiero que operaba sin restricciones y abierto al exterior. La apertura de la economía, la paridad cambiaria y la política arancelaria produjeron un daño irreparable en la industria nacional y en otros sectores productivos. Así, importantes sectores de la vida nacional se vieron perjudicados por una caída notable en el poder adquisitivo salarial, el aumento de la especulación financiera y la caída global de la demanda, que comprimió al mercado interno. El resultado más tangible fue la quiebra de fábricas, la irrupción de artículos importados y la invasión de nuevos bancos y organismos financieros con los plazos fijos a "siete días". Obreros, industriales y propietarios rurales se vieron afectados por igual con esta política de reestructuración de la economía argentina.

   La deuda externa ocupó un capítulo especial en la estrategia económica de Martínez de Hoz. El fenómeno se expandió a partir de 1978, cuando, en poco más de un año,  se triplicó al aumentare de 8.500 millones de dólares en diciembre de 1979 a 25.300 millones en marzo de 1981. El volumen total creció en casi 20.000 millones entre 1975 y 1981. Ciertamente, el endeudamiento creciente de los argentinos no se debió a los requisitos de desarrollo del país, sino a la especulacíon financiera provocada por la instrumentalización del tipo de cambio y el aumento de los créditos externos.

lunes, 4 de abril de 2011

El gobierno de Viola

   A fines de 1979 todo hacía pensar que el general Viola era el candidato presidencial aceptado unánimemente por las Fuerzas Armadas para ocupar el centro del poder durante el período de 1981_1984. Con paciencia y habilidad, Viola trabajó en esa intención desde la jefatura de su fuerza. Con la designación de general Galtieri, en diciembre de 1979, como comandante en jefe de la armada de presumía garantizada la línea Videla_Viola en el liderazgo del Ejército, peor las señales de la realidad fueron rápidamente otras. En dos años, Galtieri clausuró  aquella línea de conducción en las filas del Ejército, con los oficiales que pasó a retiro y con la destitución del presidente Viola en 1981. Los puntos de referencia pasaron  a ser otros y ya en marzo de 1980 los indicios provenientes de la corporación mi8litar y de los sectores económicos vinculados a Martínez de Hoz daban cuenta de la disconformidad que generaba el candidato presidencial. El resultado fue la crisis internma del Estado autoritario.
   El 29 de marzo de 1981, cinco años después de la intervención militar, el general Roberto Viola asumió la presidencia de la Nación. Su gobierno adquirió un carácter polémico, cuestionado desde las propias filas de la   institución militar. El "golpe" contra Viola comenzó, en realidad, antes que asumiera el cargo presidencial, cuando los sectores opositores buscaban condicionar la autoridad y el margen de maniobra del futuro gobernante, a través de una serie de medidas económicas que se tomaron al final del ministerio de Martínez de Hoz y mediante la presión de los segmentos duros de las Fuerzas Armadas, que rechazaban cualquier posibilidad de una apertura política. Con estas  referencias de administración Viola ingresó en el escenario nacional con cierto desgaste, sin la plenitud de poderes, con una Junta Militar vigilante y con un "período de gracia" reducido. El peso del segundo presidente militar fue fugaz; ocho meses y doce días de los cuales los últimos veinticuatro fueron ejercidos por el ministro del Interior a cargo del Poder Ejecutivo.

domingo, 3 de abril de 2011

Crisis institucional

   Entre el gobierno y la cúpula militar se entabló una relación ríspida que tuvo efectos desestabilizantes y en el cual Viola no logró ser la expresión del pensamiento mayoritario de las Fuerzas Armadas. Allí radicaba una de las grandes diferencias con su antecesor, pues el nuevo presidente de facto no disfrutaba de un poder comparable al que había tenido Videla, por lo que aumentó el poder tutelar de la Junta Militar. Los esfuerzos de la derecha autoritaria, dispuesta a impedir que en la Argentina se materializara una apertura política, no sólo cuestionaban al gobierno por su alejamiento de la filosofía económica de Marínez de Hoz y por la flexibilidad de la vida política, sino que también consulaban al conjunto de la diligencia partidaria.
   La sorpresiba dolencia del presidente Viola, conocida en los primeros días de noviembre, adquirió en el país una repercusión espectacular, que conmocionó no sólo al sistema político sino también al económico afectado. La incertidumbre dio lugar a una ola de rumores que se desplazaba de un lado a otro: se hablaba de una "enfermedad política" y también de serios problemas cardíacos. La enfermedad del presidente se produjo en un ambiente sobrecargado de suposiciones y cálculos políticos que llevaron al general Viola a ceder interinamente el mando al ministro del Interior, el general Liendo.
   Las idas y vueltas o la manifiesta lucha por el poder desgastaron a un régimen queso portaba la crisis institucional más grave desde 1976. Con la delegación del poder había concluido virtualmente el gobierno del general Viola, no sólo por el hecho de que no volvió a reasumir sus funciones , sino porque al da siguiente de su licencia los "duros" de las Fuerzas Armadas activaban una campaña en beneficio de la candidatura del general Leopoldo Fortunato Galtieri. La única certeza que aparecía en un clima de inestabilidad y confusión era que las Fuerzas Armadas no tenían otro candidatro que el general Galtieri.
   Una sociedad con pocas expectativas  en el futuro tenía la sensación en los primeros días de diciembre, de que se aproximaba el desenlace. La Junta Militar, por su parte, había emplazado al general Viola a presentar su renuncia antes del 11 de diciembre. Pocas dudas quedaban ahora en la opinión pública de que la enfermedad del presidente no había sido más que el detonante de una crisis que tenía un origen político: no se trataba de otra cosa que de una lucha por el poder.

sábado, 2 de abril de 2011

El gobierno de Galtieri

   La Junta Militar designó a cargo del Ejecutivo al general Galtieri para el período de 22 de diciembre de 1981- 29 de marzo de 1984.
   Con el retorno de la ortodoxia económica liberal, el gobierno de Galtieri retrotrajo las cosas a la situación anterior a la asunción del presidente Viola. El tercer presidente militar no sólo proponía retornar a las  "fuentes del Proceso" con un gabinete ideológicamente homogéneo, sino que además pretendía recuperar la autoridad de la figura presidencial y del gobierno militar, erosionado por el desgaste de seis años de administración malogrados y de enfrentamientos internos.
   Dos factores concomitantes fueron agravando las diferencias internas y restando margen de maniobra al Estado autoritario: el fracaso económico y el desprestigio político de las Fuerzas Armadas ¿Cómo refundar las bases de legitimación de un sistema de dominio autoritario? Esa fue la tarea propuesta por el nuevo gobierno. Un hecho militar, como fue la guerra por Malvinas, que despertó el apoyo masivo de la sociedad, resultó finalmente el medio ideado para conferir legitimidad a la crisis del régimen.
   Galtieri intentó, volviendo a las fuentes del Proceso, recuperar la voluntad fundacional del régimen autoritario y su estrategia política se asentó en cuatro puntos principales, que implicaban un giro notable con la administración saliente:
1) la elección de Roberto Alemann en el Ministerio de Economía;
2) el desarrollo de una línea de acercamiento con Estados Unidos;
3) el aliento presidencial a la formación de un nuevo partido que ocupara un lugar destacado, como tercera fuerza, en el futuro mapa partidario;
4) la ocupación de las islas Malvinas como modo de organizar el concenso social y proporcionar legitimidad  a un régimen carente de otras alternativas utilizando una reivindicación muy sentida por los argentinos.
   Con Roberto Alemann se aseguraba la aplicación de recetas neoliberales reforzadas por sus colaboradores Manuel Solanet y Jorge Bustamante, calificados por Martínez de Hoz como "mis mejores muchachos."

viernes, 1 de abril de 2011

MALVINAS:La guerra como forma de legitimación

   El fracaso del proyecto económico, el desprestigio del gobierno, la débil unidad de las Fuerzas Armadas y el despertar de la sociedad civil son los elementos principales que rodean la aventura de Malvinas. Ésta cambió favorablemente el escenario político pero no por mucho. El desembarco del 2 de abril conmovió a todo el país y unificó a todos los sectores detrás de la reivindicación histórica. El régimen se lanzó en una operación audaz e irresponsable a la conquista del consenso y al fortalecimiento de la unidad militar.



   La adhesión de la sociedad fue total y se produjo un cambio notable en la relación con los actores primordiales de la sociedad civil. Dos hechos son reveladores de esta mutación: por un lado el objeto de una reprovasión masiva durante el acto de la CGT el 30 de marzo a recibir el apoyo público en la Plaza de Mayo setenta y dos horas más tarde, y por otro, la opositora clase política, tanto su al moderada como la dura, acortó las distancias que las separaban del régimen militar, cuando ingresó el viernes 2 de abril a la casa de gobierno para exteriorizar su conformidad por la recuperación de las Malvinas.
   Hoy no caben dudas, la expedición fue lanzada sin ninguna preparación militar y no una apreciación errónea sobre las posibilidades de apoyo que brindarían los Estados Unidos.País que tomó partido por Inglaterra contra la Argentina, eligió un aliado en lugar de otro, o una alianza -la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) - en lugar de otra - el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recé3proca).-
   El conflicto austral acabó con las intenciones de Galtieri de eliminar, según su primer discurso presidencial, las "zonas grises de la política exterior."
   El día del desembarco, una multitud calculada den diez mil personas se concentró en la Plaza de Mayo para celebrar la "exitosa hazaña". La oportunidad fue más que propicia para que el presidente Galtieri saliera a los balcones de la Casa de Gobierno y, ante el júbilo del público, diera un discurso.
   La rendición de las fuerzas argentinas el 14 de junio daba por terminada la aventura del Atlántico Sur. Concluía e intento de otorgar legitimidad del régimen militar a través de la guerra. El fracaso, que en buena medida arrastró a los partidos que se cohesinaron detrás del "objetivo patriótico", desprestigió aún más a los militares y apresuró la descomposición del orden  autoritario.

miércoles, 30 de marzo de 2011

La renuncia de Galtieri y la disolución de la Junta Militar

   El presidente Galtieri, en un mensaje dirigido al país el 15 de junio, anunció la rendición. Dos días más tarde era desalojado del poder. El fin de la confrontación militar impactaba directamente en la suerte institucional de la Argentina y se percibía que después de la derrota de Malvinas era inevitable la llegada de la democracia.
   La sociedad no ocultó su frustración y el descontento por el fracaso militar; así, el tercer gobierno del proceso militar terminaba seis meses después de su comienzo agitado, dando lugar  a la crisis institucional más grave del Estado autoritario.
   La disolución de la Junta Militar, con la partida de la Fuerza Aérea y la Armada, es el punto más alto de la crisis del régimen autoritario. Los cinco días transcurridos desde la renuncia de Galtieri y designación de Bignone fueron reveladores de la desintegración del órgano máximo de poder militar.
   El Ejército comunicó la desición unilateral de designar al general Reynaldo Bignone como presidente de la Nación, quién asumió el cargo a partir del 1º de julio de 1982.

martes, 29 de marzo de 2011

El gobierno de Bignone

   Con el último tramo del régimen castrense comenzó, tras la derrota de Malvinas, el proceso de transición democrática en la Argentina y los militares iniciaron una retirada desordenada, sin poder negociar la transferencia del poder. Conscientes, al menos en franca mayoría, de que era imposible retornar a la situación anterior al 2 de abril, se propusieron concentrar el manejo del futuro gobierno constitucional para obtener la seguridad de no ser juzgados.
   En el tránsito desordenado hacia la democracia, el interés principal de la Junta Militar era la definición de las condiciones de traspaso del poder y a mediados de noviembre de 1982 se establecieron los temas de la concentración  En dos textos, la Junta Militar explicaba el compromiso entre civiles y militares y se fijaban los puntos básicos de la transacción que debía allanar el camino a la salida constitucional.


   Por último, el 6 de diciembre se conoció el acta de disolución de la Junta Militar firmada por los tres comandantes por la que se transfirió al presidente Bignone las facultades que el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional acordaba al órgano supremo del Estado, hasta el día que asumiera el primer mandatario electo. En esa fecha cesaría igualmente la vigencia del mencionado Estatuto y su reglamentación.
   Con la autodisolución de la Junta Militar, cuatro días antes de la instalación de las autoridades democráticas, se ponía fin al Proceso.
   El triunfo electoral del radicalismo planteaba la posibilidad de una vuelta de página en la entrecortada historia política argentina, así como también el inicio de un nuevo liderazgo social.